Las últimas actuaciones arbitrales en contra de los colores blanquiazules han colmado la paciencia de aficionados, entrenador y futbolistas. Los primeros se han entregado a un escudo y un Club que por historia, raza, casta y trabajo de cantera, nada debe envidiar a quienes por decreto juegan las finales de competiciones casposas y adulteradas por decisiones ajenas al fútbol y al deporte.
La afición realista ofreció todo un derroche de implicación, comunión con sus futbolistas y mostró su desacuerdo con pitos y cánticos de protesta. El entrenador optó por un cauce profesional al manifestar el malestar sentido al entender que su Real estaba siendo menospreciada por futbolistas del equipo rival ante jugadas impropias de jugadores de nivel mundial. Tomó la palabra en rueda de prensa y expresó su sentir.
Hasta aquí todo correcto y dentro de toda la parafernalia que engrandece al deporte y al fútbol en general, pero Diego Ifrán, erigiéndose en portavoz de la afición, ya no sólo de la Real, sino la de cualquier equipo menor para la RFEF, ha expresado la verdad. Ha sacado su sentimiento, su pensamiento de manera personal y para ello ha utilizado las redes sociales. Nada se le puede achacar al uruguayo porque como individuo está en pleno derecho de acogerse al decreto universal de la libertad de expresión.
Si le quieren castigar, que los señores aludidos acudan a un tribunal civil, pero NUNCA puede ser castigado por indisciplina deportiva ya que sus declaraciones han sido de manera personal y exclusivamente privada. Otra cosa hubiera sido que las hubiera realizado en rueda de prensa o a pie de campo al terminar el encuentro.
Lo dicho, Ifrán se ha despachado a gusto, pero de manera libre y además diciendo lo que todo un país piensa, excepto si su equipo viste de blanco o azul grana.
Pese a la situación, la Real debe pasar página y centrarse ya en la Liga. Esta jornada con las derrotas de Athletic y Villarreal, es propicia para lso de Arrasate.
ResponderEliminarUn saludo